sábado, 21 de febrero de 2009

El secreto enterrado

Hace diez años enterré bajo una vieja higuera una caja de metal con los pocos objetos que tenía de mi novio. Ayer me dirigí al mismo lugar y escarbando la recuperé. Ya en casa, la abrí, y empecé a llorar desconsoladamente. Sus fotos, era tan guapo. Nuestras fotos, estábamos tan enamorados. Su anillo de plata, su cassette de música preferido y un regalo que me había hecho.
Yo le amaba con locura, vivía por él, estaba enamorada hasta el último poro de su piel.


Andrés padecía una depresión desde hacía un tiempo. Y decidió poner fin a su vida una noche tirándose desde las rocas al mar. Su familia preocupada viendo que Andrés no llegaba y por la mañana me llamaron. Me había estado toda la noche estudiando para un examen que tenía. Fuí corriendo a su casa para ver que pasaba. Al mediodía encontraron su cuerpo sin vida. La autopsia rebeló que había muerto por el golpe en la cabeza contra una roca.


Estuve con mi “suegra” en todo momento, le daba la mano, la acariciaba y la pobre mujer estaba destrozada. Todo el mundo se preocupó de mí, y yo desconsolada no oía ni lo que la gente me decía y todo el mundo tenía miedo de que yo no cometiera alguna locura también.


Como he dicho al principio, con la caja metálica entre las manos, recordé la última tarde con Andrés. Quería hablar conmigo. Me llevó a las rocas para estar a solas, allí me dijo que no quería continuar la relación, que yo era demasiado celosa, no le daba libertad y se sentía agobiado. Él quería continuar siendo amigos, pero nada más.


Yo empecé a llorar pero Andrés se mostraba impasible. Como ví que las lágrimas no le inmutaban empecé a calentarme y a gritarle. Él me decía que me calmara que al día siguiente si yo quería nos veríamos otra vez y volveríamos a hablar. Pero yo fuera de mí empecé a insultarle, a decirle que sin él me moriría, que no me dejara.
Se puso de pie, se iba a ir, cuando yo fuí corriendo por detrás y le empujé hacia el mar.


Lo demás ya lo sabéis. Sí, nadie sospechó nada. Nadie sabía que Andrés me quería dejar. Todos sabían que le estaba tratando un psicólogo. Y preferí vivir sin él, antes que me abandonara.


Cogeré la caja metálica y volveré a enterrarla en el mismo lugar. Con mi secreto en su interior. Sí, la pobre novia desconsolada! Eso es lo que pensaron. He vivido con la rabia de que me quisiera abandonar todos estos años, con el corazón helado.

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