Hace muchos años, una noche mi marido (en aquel momento novio) y yo fuimos a cenar a un restaurante. Al salir nos fijamos que había un perro que perseguía a todas las personas que iban saliendo de aquel restaurante. La gente lo apartaba a patadas prácticamente y le dije a mi marido “vamos, vamos, que se nos engancha el perro y no nos lo sacaremos de encima”. Así que nos dirigimos al coche y ya teníamos al perro allí a nuestro lado. Nos lo quedamos mirando, y con sus ojitos parecía pedir ayuda, estaba supersucio, era un saco de huesos, se le marcaban las costillitas y con heridas por el cuerpo. Mi instinto me pidió acariciarlo, pero sentí asco a la vez que penita. Total que lo miramos, y decimos “nos lo llevamos?” “Y si es del restaurante?” “Y dónde lo tendremos?”. Teníamos ya el piso, pero no teníamos ni muebles, estaba vacío puesto que aún no vivíamos allí. Y mientras empezamos a pensar, dudando si era conveniente o no llevárnoslo, pros y contras, decimos: “Nos lo llevamos, le damos de comer y mañana por la mañana lo llevamos al veterinario de nuestro vecindario para que lo vea, y ya está.”
Y abro la puerta del coche y pam! el perro da un bote y se sienta en mi lugar. Y yo de vuelta, sentada en la parte de atrás. Y camino de casa, le miro a los ojos al perro y él con una mirada intensa me mira a mí. Me gustaba mucho, pude ver que debajo de tanta suciedad y tristeza había un hermoso y bonito perro. No sabíamos aún si era macho o hembra.
Llegamos a casa y sólo teníamos tortas con azúcar y se las dimos todas. Por la mañana dicho y hecho, fuimos al veterinario y cuando lo vió quedó desmoralizado. No llevaba microchip y su estado de salud era lamentable. Estaba deshidratado, desnutrido y su peso estaba muy por debajo de lo que debería tener. Calculó que llevaba días sin comer y que las tormentas de los últimos días las habría pillado todas. Tenía resina de pinos, pinchos, en su pelaje. Debería tener un año aproximadamente. Era macho. Y quedamos que buscaría por la zona donde lo encontramos por si alguien lo buscaba y que si en 15 días no había nada que nos lo quedáramos. Y a mí se me escapó en voz alta: “Ojalá nadie lo reclame”. Y el veterinario sonriendo me dijo: “Te has encariñado ya!, hemos de seguir el protocolo”.
Las fotos tomadas en aquel momento muestran el estado lamentable que se encontraba, durante un año las visitas al veterinario fueron continuas controlando su peso y estado en general. Tenía pánico a salir a la calle y lo hacíamos tirando de él y él con la cola entre las piernas. Una vecina nuestra le tiraba comida desde su ventana porque decía que lo veía muy canijillo. Hasta que le explicamos lo que sucedía y que estaba en tratamiento.
Buck, hoy es mayor, es un perro que nunca ha enfermado, feliz, con un agradecimiento infinito con nosotros. Lo más cariñoso que existe en la tierra. La única secuela que le ha quedado es el pánico a la calle, a las aglomeraciones de gente, lo tenemos que sacar a pasear en horas tranquilas.
Buck, no se separa de mi cama cuando yo he estado enferma. Cuando me levanto por la mañana él está en la puerta de mi habitación para ser el primero en recibirme. Cuando nos hemos ido de vacaciones y lo hemos dejado con algún familiar, no come y se queda en la puerta de la casa todo el día esperando nuestro regreso.
Buck ha visto nacer a mis tres hijas, se han criado con él, le han hecho las mil perrerías y él las adora. Hace un año le dimos un compañero de juegos, un cachorro y se pasan el día jugando y mordiéndose las patas mutuamente.
Pero como iba diciendo, hace 14 años Buck volvió a vivir, y se convirtió en un bonito perro, ágil, saludable, inteligente, aunque ahora tenga achaques propios de su edad.
Y humildemente os daría un consejo: Si deseáis recoger un perro de una perrera, no os quedéis con el más bonito y sano, sino al más necesitado, que como dice el título: es una experiencia muy, muy gratificante.
Con él hemos vivido miles de aventuras y anécdotas superdivertidas.
Buck, hoy es mayor, es un perro que nunca ha enfermado, feliz, con un agradecimiento infinito con nosotros. Lo más cariñoso que existe en la tierra. La única secuela que le ha quedado es el pánico a la calle, a las aglomeraciones de gente, lo tenemos que sacar a pasear en horas tranquilas.
Buck, no se separa de mi cama cuando yo he estado enferma. Cuando me levanto por la mañana él está en la puerta de mi habitación para ser el primero en recibirme. Cuando nos hemos ido de vacaciones y lo hemos dejado con algún familiar, no come y se queda en la puerta de la casa todo el día esperando nuestro regreso.
Buck ha visto nacer a mis tres hijas, se han criado con él, le han hecho las mil perrerías y él las adora. Hace un año le dimos un compañero de juegos, un cachorro y se pasan el día jugando y mordiéndose las patas mutuamente.
Pero como iba diciendo, hace 14 años Buck volvió a vivir, y se convirtió en un bonito perro, ágil, saludable, inteligente, aunque ahora tenga achaques propios de su edad.
Y humildemente os daría un consejo: Si deseáis recoger un perro de una perrera, no os quedéis con el más bonito y sano, sino al más necesitado, que como dice el título: es una experiencia muy, muy gratificante.
Con él hemos vivido miles de aventuras y anécdotas superdivertidas.
Y es que tiene una carita... Todos ellos tienen una expresión que si uno tiene corazón este se estremece. Besos (SONVAK).
ResponderEliminarEs que es una monada!!!
ResponderEliminarMe alegra leerte por aquí, MUACKKKKKK!!!!