No es por casualidad, que las personas que tienen una actitud positiva, activa, ante las experiencias que viven, incluso cuando éstas, de entrada, aparecen como un revés, una dificultad o una crisis, consiguen lo que anhelan.
El optimismo, no se ancla en la ingenuidad, sino en la lucidez y en el compromiso con el entorno. Cuando la adversidad se presenta, se cuestionan en qué medida han contribuido a la situación y actúan en consecuencia, para resolver la crisis que se haya producido.
Se saben responsables de sus actos. Ante el error o la adversidad, no tienden a culpar a un tercero, sino que se preguntan en qué medida ellos son, consciente o inconscientemente, causa de lo que les ha ocurrido.
No viven el error como algo de lo qué avergonzarse, sino que hacen de él una fuente de aprendizaje.
Disponen de una buena dosis de confianza. De esta manera, se mantienen fieles a su propósito.
Son perseverantes y resolutivos. No postergan las cuestiones que tienen pendientes de resolver.
Es realmente notable todo lo que una persona tiene que aprender antes de darse cuenta que sabe muy poco. Todo es cuestión de actitud.
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