Existen muchas maneras de adelgazar, así como muchos y bien distintos motivos para querer hacerlo. Sin entrar en ningún tipo de valoraciones morales sobre dichas motivaciones, si que no podemos dejar de pronunciarnos —muy sucintamente— sobre los métodos en sí; máxime cuando se realizan sin ninguna supervisión médica profesional.
El principal punto relevante a mencionar es de que todo sistema basado en pautas momentáneas externas, y que no implique cambios de actitudes y de hábitos, sólo tendrá resultados momentáneos, y lo más normal es que uno recupere el peso perdido, a veces de forma drástica en breve tiempo, con el consecuente daño anímico que ello provoca. Por otra parte, muchos sistemas, especialmente los más rápidos y espectaculares, violentan claramente a nuestro cuerpo y no están exentos de peligros.
El único ámbito en donde se consigue éxito prolongado es en el de cambios de actitudes, de hábitos y de formas de pensar.
Veamos qué podemos hacer para conseguir mejorar este aspecto de la vida, que llega a crear grandes sufrimientos, en la mayoría de los casos más psicológicos que físicos, en muchas personas:
El punto central
El punto central a trabajar es el de escuchar de verdad a nuestro cuerpo: él sabe perfectamente cuando de verdad tiene hambre y cuando no. Esta escucha requiere cierta sensibilidad para desligar la necesidad corporal de hambre de nuestras necesidades psicológicas (el 'tener ganas' de comer), que son las que nos fuerzan a comer más allá de lo necesario y a hacerlo mal, aún a sabiendas de que después nos sentiremos pesados y con bajos niveles de energía.
Esa escucha tiene una segunda parte, y que es la de escuchar cuando ya el hambre propiamente dicha está ya saciada. A partir de ese punto, lo sensato es dejar inmediatamente ya de comer, aún cuando en el plato quede algo de comida. Muchos expertos en nutrición consideran aún la posibilidad de dejarlo aún cuando todavía queda un poco de hambre; máxime en la cena.
Aspectos que ayudan al punto central
Dado que no es fácil conseguir discernir este escuchar nuestro cuerpo de las necesidades y hábitos, he aquí algunos puntos que nos ayudarán a ir 'refinando' dicha escucha:
* Servirse poca comida. Este 'poca' puede llegar a ser la mitad de lo que normalmente nos servimos. También puede ayudar el utilizar un tipo de plato o cuenco más pequeño que aquel al que estamos habituados. Si al acabar el plato, de verdad aún tenemos hambre, siempre podemos volver a depositar más comida en él.
* Pregúntese tras cada pocos brocados si de verdad aún sigue teniendo hambre, y en esa punto ¡deje de comer inmediatamente! Si antes de haber acabado el contenido del plato ya está saciado, déjelo ahí. Si la comida sobrante puede guardarla, guárdela; si no, su salud vale más que dicha comida.
* Masticar los alimentos hasta que queden hechos líquido en nuestra boca. Un alimento bien masticado lleva ya hecho más del 60% del trabajo digestivo del mismo. Muchos métodos establecen numeraciones arbitrarias para este punto (aproximadamente 40 masticaciones por bocado); pero lo mejor es no contar y concentrarnos en como el alimento al licuarse va entrando por si sólo sin más ayuda que el movimiento de la lengua, sin recurrirúnicamente al gesto propiamente dicho de tragar. Los siguientes puntos son una ayuda para conseguir éste tan importante. Como única excepción, en las carnes gruesas es preferible no llegar a este extremo, dado que terminan con mal sabor; pero trate de tragarlas sólo cuando estén muy masticadas y entren con facilidad. Salvo esa excepción, todos los alimentos le resultarán mucho más sabrosos.
* Cuando haya introducido el alimento en su boca, deje sobre la mesa los cubiertos y lleve las manos a su regazo o cualquier sitios en donde estén relajadas y lejos de 'participar activamente' en el hecho de comer. Intente no volverlos a coger hasta que haya eliminado de la boca el último resto de comida. Este hábito de soltar los cubiertos y de tener que volverlos a coger cada vez le puede ayudar mucho al punto anterior. El objetivo es que mientras esté masticando, no realice ningún otro acto relacionado con el hecho de comer. Si lo que come no requiere cubiertos, como un bocadillo, deposite éste en la mesa o en cualquier otro sitio cómodo.
* Evite los alimentos demasiado fríos y demasiado calientes. Y aún cuando no lo haga, la observancia del punto de masticar hasta licuarlos, les eliminará el exceso de temperatura.
* En la medida en que su vida se lo permita, trate de guiarse más por el hambre real que por los horarios. No coma porque es la hora, sino porque su cuerpo así se lo pide. A muchas personas le es mucho más beneficioso el comer pequeñas cantidades durante cinco o más veces al día, que las habituales tres comidas.
Otros aspectos generales
Evidentemente, este es un tema con muchísima literatura y con opiniones no pocas veces discrepantes entre sí. Los puntos siguientes son algunos de los más aceptados, y que bien pueden servirnos en nuestro propósito:
* La 'calidad' de los alimentos, 'ayudan'. Los productos integrales (pan, arroz, pastas...) son siempre preferibles a los tratados, y al masticarlos mejor, comprobaremos que su sabor nos terminará siendo más grato. La sal marina es siempre mejor que la sal de mesa (que es íntegramente química), y la azucar morena de caña al azucar blanca refinada. Hay aceites bajos en colesterol. Nunca está de más conocer bien la fruta y las verduras locales en sus temporadas y aumentar el consumo de éstas. Y en la medida de lo posible evite los alimentos grasos y el exceso de fritos y de carnes.
* Ciertas combinaciones son de por sí más pesadas que otras. Por ejemplo, las carnes y las patatas, o el pan y los embutidos. Hay muchos libros (p. e. los de la 'anti-dieta') que amplían muy bien el tema.
* Evite las cenas copiosas, máxime si va a descansar inmediatamente después de ella.
* Y, por supuesto, una gran ayuda es el incrementar nuestro ejercicio físico. Cuando creamos que no podemos sacar tiempo para ello, siempre hay 'argucias' a las que recurrir: subir escaleras en vez de usar el ascensor, estiramientos breves separando nuestras horas de trabajo sedentario, caminar un poco, aparcando el coche algo más lejos del lugar al que vamos, etc...
* Las comidas entre horas pueden ser reemplazadas por piezas de fruta o por té verde sin azúcar (una mujer china me confesó que el beber mucho té verde sin azucar, especialmente en el verano, era el secreto de la esbeltez de muchas de las mujeres de su país).
* Uno casi tan importante como el primero: ¡Tenga paciencia! Que el objetivo sea vivir mejor, más saludablemente, más vivo y con más energía. Si incorpora el ejercicio físico a su 'plan' no confíe tanto en la báscula, dado que el tejido muscular pesa más que el tejido graso y, complementando este punto,...
* …Póngase un objetivo global amplio y sin prisas. Si sus objetivos son muy cortos (p. e. felicitarse por cada kilo perdido), puede perderse en ellos y querer 'festejar en exceso' su logro... La experiencia personal que puedo contarle es de dos años, en donde la incorporación de estos hábitos me han hecho perder doce kilos (hace años con un método drástico perdí casi lo mismo en diez días; ¡pero volví a recuperarlos en pocos meses!), y me siento muy rejuvenecido en todos los aspectos de mi vida y sin ningún temor a recuperar peso, ya que estos hábitos ya forman parte de mi pensar, de mi actuar y sé que mantendrán a mi cuerpo en su peso ideal.
* Y, por último, siempre que lo necesite consulte con un profesional, ya sea médico o psicólogo, si es que su caso es algo más complicado. En el mercado encontrará mucha literatura sobre el tema. No se deje escandilar por los que prometan resultados milagrosos y rápidos y deténgase en los que hacen hincapies en los hábitos y costumbres. Últimamente, un tema muy interesante que se está debatiendo es la alimetación adecuada según el tipo sanguíneo de cada persona.
©2004 Juan Jesús Doreste Aguilar
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Me interesa tu opinión, gracias por tu comentario.